En una ocasión, Jesús se encontraba rodeado de una muchedumbre que lo seguía a campo abierto desde hacía ya tres días. Sus provisiones agotadas y el pueblo más cercano a gran distancia, no era posible despedirlos sin comer porque hubieran desfallecido de hambre en el largo viaje de regreso.
Llamó a sus discípulos para compartir con ellos su preocupación, a lo que le contestaron que era imposible saciar el hambre de tanta gente en pleno desierto. Con la mayor sencillez, Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?”, respondiéndole ellos que siete.
Y cuenta Marcos en su Evangelio que entonces Él mandó a la gente a acomodarse en el suelo y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que se los sirvieran. Tenían también unos pocos pececillos. Pronunciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete canastas. Fueron unos cuatro mil.
El relato de los panes y los peces es probablemente uno de los más conocidos y queridos de toda la cristiandad. Si preguntamos a alguien con cuál aspecto de ese evangelio se siente más identificado, sin pensarlo dos veces diría que con la multitud hambrienta.
Sin embargo, el Padre Carles Elías lo que nos pide es contestar la pregunta que Jesús hizo a sus discípulos y que hoy nos hace a nosotros:
"¿Cuántos panes tienes?"
"¿Quién, yo?"- dirían algunos.
"Sí, a ti te hablo"- contestaría el Señor.
"¿Cuántos panes tienes?"
"¿Quién, yo?"- dirían algunos.
"Sí, a ti te hablo"- contestaría el Señor.
Todos tenemos panes abundantes para ayudar al Señor en su afán de no despedir hambriento a nadie. Los que sean, esos necesita.
- Dale tu oración: ¡Es un pan!
- Dale tu Eucaristía vivida: ¡Es otro pan!
- Dale tu decisión por la reconciliación con los tuyos, con los que te han ofendido: ¡Es otro pan!
- Dale tu reconciliación sacramental con la Iglesia: ¡Es otro pan!
- Dale tu pequeño sacrificio, tu ayuno, tu solidaridad: ¡Es otro pan!
- Dale tu amor a Su Palabra, que te da consuelo y fuerza: ¡Es otro pan!
- Dale, en fin, lo que Él te pida, aunque creas que sólo es un poco de pan.
Continúa el Padre Elías que hoy, tiempo de inclemencia y desasosiego, también Jesús nos llama para decirnos que siente “compasión de esta gente”. Hoy, con la paz en crisis, puede abundar el miedo y la apatía. ¿Cómo decir a los creyentes y a los incrédulos que la violencia y la muerte no son solución?
¿A quién llama el Señor? Dice el texto: “A sus discípulos”, es decir, me llama a mí, te llama a ti, para no despedir en ayunas a tantos necesitados de amor, de comprensión y acogida, de perdón y reconciliación, de solidaridad. Jesús se ha compadecido porque tienen hambre. ¡Ah!, y nosotros, refugiados en nuestro pequeño mundo, decimos que nada podemos hacer.
Ten aún paciencia conmigo, Señor.
Abre mis ojos para que vea tus obras y confíe en tu poder.
Que las lecciones del pasado levanten mi confianza en el futuro.
Refréscame la memoria para que me acuerde siempre de lo que has hecho, y así cobre seguridad sobre lo que puedes hacer.
No me dejes poner límites a tu acción ni enturbiar con dudas mi relación contigo.
Enséñame a fiarme de ti ciegamente en cualquier circunstancia y en todo momento.
(A. G. Polo)
Bendiciones y paz.
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