(Habacuc 3:17, 18).
"Decepción, para un alma noble, es lo que el agua fría es para una chapa caliente; fortalece, templa, intensifica, pero nunca la destruye."
(Eliza Tabor)
¿Qué hemos hecho de los fracasos y decepciones de nuestras vidas? ¿Les hemos utilizado para justificar nuestras murmuraciones y malhumor? ¿Les responsabilizamos por nuestra incapacidad de perseverar y por andar lejos de Dios?
Como dice la autora de nuestro pensamiento inicial, las decepciones del camino deben servir exactamente para lo contrario. Ellas deben fortalecer nuestra fe de que, con Cristo, serán olvidadas cuando conmemoremos todas las victorias. Ellas reforzarán el deseo de que prosigamos en busca de cada uno de nuestros sueños.
Las decepciones no pueden minar nuestras fuerzas. No pueden hacernos desistir. No pueden apagar nuestras esperanzas. No pueden impedir que el brillo de Cristo sea visto en nuestras actitudes.
El Señor Jesús es mayor que todas las decepciones de este mundo. Él nos ayudará a vencer los momentos difíciles y nos conducirá por caminos de regocijo y felicidad.
Las bendiciones del Señor serán como el agua fría sobre la chapa caliente de nuestras decepciones. Él nos fortalecerá, nos edificará, reforzará nuestra perseverancia y construirá en nosotros una vida espiritual sólida y victoriosa.
Por | Paulo Barbosa
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